Hoy tuve que ir a la administración para hacer papeleo, y en una de las colas me pasó algo insólito. Resulta que en el medio de una de las filas en la que tenía que esperar había un chico brasileño (lo indico para ilustrar mejor la situación) con los clásicos auriculares puestos en las orejas. Creo que todos alguna vez hemos topado por la calle a gente que va escuchando música con un volumen atronador y aislados del mundo.
En este caso, todos los que estábamos en un perímetro de 10 metros escuchábamos su música, pero lo que sucedió fue más allá de esa molestia acústica.
Pasados unos cinco minutos en la cola, el joven decidió ponerse a cantar y a bailar acompasando la melodía con movimientos dignos de Carlinhos Brown. Claro está, toda la fila lo miraba estupefacta. Yo, que estoy cansada de tanta mala educación que nos rodea a diario, me preguntaba cuanto duraría aquello. Pero lo que nunca pensé es que tendríamos que aguantarlo bailando y cantando, a veces a grito pelado totalmente desafinado, 7 minutos contados por mi reloj.
Finalmente le llegó el turno al chico por lo que, tras interpretar varias canciones, se calló, paró de bailar, se quitó los auriculares y apagó el reproductor musical para hacer sus gestiones.
Cuando acabó y se marchó, toda la fila suspiró agradecida y mucha gente comentó lo sucedido.
Pero ya fuera por educación o por otros motivos, nadie, ni siquiera el personal administrativo, le dijo algo al "cantante". Todos nos callamos y aguantamos estoicamente un concierto horroroso de música brasileña mientras esperábamos nuestro turno en una cola interminable.
De este suceso resaltaría que todas las personas fueron conscientes del mal comportamiento de aquel chico, incluso muchas estaban irritadas como yo, lo cuál quiere decir que aunque no se prodigue hoy en día la buena educación, la sociedad en casos extremos sí es consciente de lo que es correcto y lo que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario