El protocolo en la empresa no es un lío

Benito Castro publicó en su blog Comucor, "Un lío de protocolo" unos días antes de Navidad. Decía lo siguiente:

El protocolo es un campo de actuación en el que se identifican perfectamente las correlaciones de fuerza de una organización. Recientemente he vivido un sucedido en el que se evidenció la importancia de las relaciones de poder, ¿aunque cuáles se podría uno preguntar? Y avanzo un poco. Las relaciones de poder son básicamente dos en el seno de una organización: las formales, que aparecen en el organigrama; y las no formales, que no aparecen en el organigrama, pero que se dan en el día a día.
En el caso vivido (una rueda de prensa), el protocolo dictaba que el cargo directivo de mayor relevancia ocupara el puesto preferente en la comparecencia pública. Sin embargo, otro cargo directivo , de menor rango pero con más conocimiento acerca del tema del que se iba a informar a los medios, no sólo ocupó el lugar físico de mayor protagonismo, sino que, además, llevó la voz cantante.
La primera pregunta sería: ¿qué es lo prioritario: las relaciones de poder que marca el organigrama, o las que se evidencian en el día a día de la empresa? Y la segunda: ¿en el caso de que quién más mande en la realidad no coincida con el que aparece en el organigrama, debe el protocolo darle la prioridad a éste o, por el contrario, debe otorgársela al que indique 'la legalidad' del organigrama escrito aunque en la realidad no sea así?

En los comentarios aclaramos el post que tiene un título desafortunado ya que el protocolo no es ningún lío y su función es precisamente evitarlo.
Lo importante siempre es el organigrama y después las autoridades, teniendo siempre en cuenta la tipología del acto, que hace variar en algunas ocasiones ciertas precedencias.
Por ello, para evitar errores, lo mejor es tener un Manual de Protocolo en la empresa, donde se recojan tipificados los diversos actos habituales de dicha empresa, junto a unas indicaciones básicas sobre su organización y ordenación de personas.
Eso sí, no hay que olvidar que siempre debe existir un presidencia clara y un anfitrión conocido. Si eso no se consigue, la comunicación será nefasta y el acto desastroso.


Manual de Protocolo municipal