A continuación cito algunas de las preguntas junto a sus respuestas por su interés:
-Usted ha venido a España a participar en un seminario sobre el déficit democrático en la Comunicación y la Información en pleno momento de euforia tecnológica. ¿Cuál es el significado de esa afirmación?
Concretamente ese déficit está relacionado con el problema de la transformación de los sistemas de Comunicación e Información, tanto de los Medios como la emergencia de las nuevas tecnologías. El desafío que suponen para la humanidad no está siendo discutido en el seno de la sociedad civil organizada; sino que, por el contrario, está al margen de la mirada de esa sociedad civil.
Un ejemplo es la fascinación que nos produce Internet, que logra abstraernos de toda mirada crítica y agrava la concepción darwinista de la bondad de las tecnologías que se ha instalado en nuestra sociedad. Mientras los lobbys, los grupos de presión trabajan presionando a los políticos no hay respuestas de la sociedad. De esa manera todo se convierte en un problema técnico. En realidad, eso es el pensamiento único, no existen problemas políticos ni sociales desde los que abordar este mundo. En las directivas europeas sobre la TV sin fronteras, la Sociedad Global de la Información y la Convergencia se abordan esos temas desde la negación de lo político, sin debate social y ese es uno de los mayores déficit democráticos.
Además, hay una ofensiva ideológica con el concepto de democracia del mercado. Los lobbys empresariales usan siempre el argumento de que cualquier regulación en el ámbito de la comunicación es censura. En la defensa de sus intereses, sostienen que el consumidor debe ser el único juez. Esa concepción liquida la política pública. Y para mi tanto la comunicación, como la educación, la salud o el medioambiente son derechos públicos inalienables.
Es curioso, por eso, cómo un documento del Departamento de Estado de EEUU expresaba su temor a que las regulaciones y la excepción cultural que se ha debatido en Europa frente a la invasión y el dominio del mercado de contenidos por EEUU, se extendiera a los países del Este y a otras partes del mundo y acabe poniendo en peligro su hegemonía.
Vivimos hipnotizados por la nueva economía, por las tecnologías, y nos venden un futuro de progreso económico sin límites.
Esta situación se explica por el descalabro de la ideología del progreso que ha sido sustituida por una ideología de la técnica y del mercado. Hoy la ideología del progreso es la ideología de la comunicación. La idea de progreso ha sido reivindicada desde el siglo XIX tanto por los liberales como por los reformadores sociales o utopistas. Hasta hace poco todos los sectores sociales estaban de acuerdo en que el progreso permitiría zanjar las desigualdades sociales y suprimir las injusticias sociales. Pero esta noción ha fracasado. Los años setenta son la constatación de que la vieja ideología del progreso infinito ha fracasado porque todas las estrategias, tanto capitalistas como socialistas, no han logrado zanjar las desigualdades sociales. Y es a partir de esa época, cuando se empieza a producir lo que los norteamericanos llaman la revolución de las comunicaciones que, en una metamorfosis progresiva, lleva a abandonar la ideología del progreso en provecho de la ideología de la comunicación que, curiosamente, retoma los mismos mitos. Su discurso es difundir que para progresar todos debemos comunicar. Todos debemos comunicar, aunque poco importa que detrás no haya ningún proyecto social.
Tengo que decir que la ideología de la comunicación es una ideología de cínicos. Si usted mira los textos de marketing global, observará que los publicistas trabajan solamente para el 20% de la población mundial y que ignoran absolutamente al resto de la humanidad. Es una ruptura tremenda en relación con la ideología progresista que se ha olvidado. El progreso técnico, por el momento y tal como está desarrollándose, sólo aprovechará a aquellas clases medias que están incluidas en el plan de beneficios de la globalización. El gran drama es que la humanidad está aceptando mayoritariamente una ideología que piensa que integrar al 80% de la población mundial es imposible. Eso explica, por otro lado, las rebeliones y estallidos sociales que están surgiendo en muchas partes del mundo. Mucha gente se da cuenta que con este modelo no se puede sino ir hacia atrás.
-¿Qué papel están jugando los partidos políticos, los gobiernos, los Estados en el deterioro de la calidad del sistema democrático?
Cuando hablamos de los déficit de la democracia, de estas crisis que envuelven al Estado de Derecho deberíamos plantearnos hasta qué punto estamos defendiendo la democracia con instrumentos anticuados. A nuevos tiempos, a la desregulación, a un tiempo de crecimiento de las nuevas plutocracias se hace necesario dotar a la sociedad civil de nuevos instrumentos que garanticen el ejercicio de sus derechos colectivos. La comunicación es mucho más que los medios, participa en la producción, en el ocio, etc. Hay una invasión y, a la vez, una cesión de los Estados de su propia soberanía. La expansión de la comunicación se hace a costa de la privatización de espacios previamente públicos y esa desregulación alcanza en ocasiones la privatización de derechos fundamentales, se pone en juego la libertad de expresión, el derecho a la información de los ciudadanos y muchos valores que están en la médula de lo cívico.
Los partidos políticos, incluso la izquierda, los progresistas, por ese alejamiento histórico de los problemas de la comunicación, han participado en la entrega de estos derechos a las grandes corporaciones o consorcios transnacionales. Ese es el problema mayor. Yo creo que donde el neoliberalismo ha logrado su meta por el momento es sobre la idea de la desaparición del Estado y del Estado-nación. La gran ofensiva que empezó en los setenta ha dado frutos. Basta leer los textos de Anthony Giddens, el teórico de la tercera vía, para darse cuenta de los fallos de la izquierda y de los que pretenden su renovación. En su último libro habla de la llegada de la edad global, que no sé lo que quiere decir. Para él, la era global, la llegada de las sociedades desarrolladas a la edad global implica revisar las concepciones clásicas que tenía la izquierda sobre el Estado y la sociedad civil.
De hecho en su reflexión elimina como actor al Estado, se olvida del Estado, lo que para mí es una necedad. El Estado es el ámbito del interés general, aunque sea necesaria la reflexión sobre su papel. En los textos de Giddens sólo aparecen dos actores, una sociedad civil internacional, global y del otro lado las grandes empresas. Lo que no se plantea es cómo en la situación actual, el Estado y el Estado-Nación pueden reformularse para enfrentar los desafíos a que nos enfrentamos. Hoy el mayor esfuerzo de reflexión deber centrarse en la transformación del Estado y su articulación con la sociedad civil. Y ahí está la novedad. Hoy en día es imposible pensar el Estado como antes, pero la única manera de repensarlo es en función de cómo la sociedad civil puede apropiarse de temas que le conciernen como pueden ser el campo tecnológico, la legislación frente a los alimentos, la salud, el medio ambiente y otros muchos.
-¿La regulación de la sociedad de la información se ha convertido en uno de los principales problemas políticos en nuestras sociedades?
Es un problema político esencial. Hay dos posiciones enfrentadas: la autorregulación empresarial, a través de la autodisciplina y la regulación desde el Estado, desde las instituciones políticas. Pero también hay gobiernos como el francés que se plantean la coregulación que, en mi opinión, es la solución más interesante. Es decir, tratar de reunir alrededor de los problemas que plantean la sociedad de la información y la llegada de las nuevas tecnologías a los distintos sectores que representan a la sociedad civil, a los empresarios y al Estado. Sin embargo, hasta el momento, se impone sólo la autorregulación empresarial que es la que más se hace entender por medio de los lobbys en la Unión Europea. Sorprende en cualquier caso que el debate no se refleje en la sociedad civil y ésta siga todavía al margen.
Hay que subrayar que todas las luchas en el mundo que reflejan una nueva manera de resistir a un orden llamado global nunca toman en cuenta los sistemas de información y comunicación. Toman en cuenta los sistemas de agricultura, de salud, el medio ambiente, etc. Debemos reflexionar sobre las razones de que todo lo que atañe a los sistemas de información, a los retos que plantean la implantación de las nuevas tecnologías, rara vez forman parte de un objetivo de las luchas sociales.
Los protagonistas de Seattle, las ONG utilizan las tecnologías de información y comunicación, pero digamos que las grandes luchas que muestran la emergencia de nuevos actores sociales en el mundo, no llevan directamente a plantear el uso de las tecnologías y, precisamente, ahí es donde está el marco de desarrollo de la democracia del futuro. La diversidad de medios de información, la invasión de miles de productos informativos se confunde fácilmente con la pluralidad de contenidos.
Desde luego la palabra diversidad ha sido desvirtuada, el problema de la diversidad hoy es más bien diversidad de ofertas en el mercado, es un término económico que se utiliza en los textos políticos. La diversidad pertenece tanto al campo de la filosofía como de la antropología. Todas las discusiones sobre la excepción cultural reclaman una verdadera diversidad cultural que remita a un respeto por diversas voces y por diversas culturas.
- ¿Cómo interpreta el déficit de los contenidos que se produce en un momento de gran expansión de las infraestructuras?
El futuro se va a jugar en parte no sólo en el déficit cualitativo sino incluso en el cuantitativo de los contenidos. Hasta ahora existía un tabique que salvaguardaba la educación, aunque es verdad esa afirmación de que la televisión destruye por la noche lo que la escuela enseña por el día. Pero progresivamente con la presión tecnológica y para amueblar estas tecnologías con contenidos se empieza a producir una ofensiva de los fabricantes de tecnología frente al campo de la educación. Esto es debido a la necesidad de las empresas de tener nuevos campos de explotación. Por primera vez en la historia se acaba de celebrar una feria del mercado de la educación en Vancouver, donde se han reunido todos los fabricantes de productos educativos junto a las universidades y representantes del mundo educativo. Cuando lees las declaraciones de los participantes se te ponen los pelo de punta al ver como avanza la idea de industrializar, de tomar el campo de la educación para someterlo a lo que llaman las transacciones comerciales. Eso no quiere decir que la lógica del mercado no haya llegado antes a las escuelas. He leído un artículo sobre la publicidad en las escuelas norteamericanas, donde ahora utilizan spots financiados por empresas para enseñar a los niños.
La idea de política pública de comunicación está desvalorizada por todas partes porque nos intentan convencer de que el único juez del contenido es el consumidor y, si éste es soberano en su juicio y no está afectado por los determinantes sociales y económicos, ya no se necesitan políticas públicas. El gran problema hoy es revalidar la noción de políticas públicas, sin ello llegaremos a situaciones extremas.
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