"Lo que podríamos denominar protocolo europeo, es un protocolo que carece, por lo general, de normas escritas y que se rige fundamentalmente por la costumbre. También es fácil advertir que se trata de un protocolo que se ha inspirado en buena manera en los usos protocolarios que los Estados europeos han ido consagrando con el tiempo, que, por otra parte, difieren sobremanera entre sí.
Igualmente, hemos tenido ocasión de comprobar la modestia que exhibe el protocolo vigente en la Europa comunitaria, hoy ausente de ceremonias solemnes en actos que, por su naturaleza, tienen ese carácter. Asimismo, que algún intento habido, para elevar el nivel en el grado de etiqueta de importantes ceremonias europeas, no ha sido coronado por el éxito. Y finalmente, que, cuando los responsables del protocolo en Europa comunican sus experiencias en revistas especializadas o manifiestan sus opiniones en los congresos o en los simposios celebrados en España, lejos de quedar extrañados de que ocurra lo acabado de decir, aplauden el hecho de que el protocolo sea tan restrictivo y de que se atempere al mundo moderno, por lo visto, tan poco amante de las formas.
En mi modesta opinión, tal actitud me parece un error y, si me fuera permitido decirlo, hasta una cierta traición que la vieja Europa comete para con sus tradiciones, para con sus costumbres y para consigo misma. Como quedó dicho en su momento, Europa fue cuna del protocolo en los tiempos modernos, y grandes naciones e imperios, en su territorio, han protagonizado actos históricos solemnes en los que el protocolo de sus Cortes se exhibía lleno de vitalidad y vigor.
La cortesía y la elegancia de las naciones, manifestadas a través de sus actos de Estado, no es sino trasunto de las que ejercitan sus ciudadanos. Si los miembros de la sociedad practican la cortesía, a la larga ésta se transfiere al Estado, y éste, a su vez, se convierte en espejo para aquéllos. Creo que la Europa que hoy se está construyendo debe reflexionar sobre el reverdecimiento de las formas que ella misma creó hace siglos, y que fueron exorno de grandes monarquías que están en la memoria de todos. Entonces fue un protocolo de naciones, hoy está llamado a ser un protocolo de unión de naciones.
Pero lo que sigue a lo dicho invita a reflexionar, en otro orden de cosas, cuando se contemplan las "sugestiones" del protocolo, ya examinado, del Reino Belga. Un país admirable, que proporciona un ejemplo de convivencia de distintas comunidades y de un número extraordinario de extranjeros. Una convivencia armónica de esas comunidades, que permite la valoración de las instancias nacionales por encima de las inferiores, lo que tiene que proporcionar coordinación al conjunto y ha de suponer, previamente, un respeto decidido a la unidad del ordenamiento del Estado. El número extraordinario de extranjeros residentes en Bélgica ha hecho que esta nación se sienta más anfitriona que Estado receptor de visitantes, y que esta circunstancia se manifieste en la cesión de precedencias, que ofrece a quienes vienen de fuera para establecer su sede en Bruselas. Me parece que, por ambos motivos, es un país digno de admiración y de ser imitado."
López-Nieto, 2000, II, p.564-565.
Bibliografía
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