Los banquetes son actos fundamentales del ceremonial y protocolo. En ellos se suele agasajar a uno o varios invitados mediante una celebración gastronómica importante.
En los banquetes de Estado la celebración es oficial, convirtiéndose en todo un acontecimiento de carácter institucional al que la asistencia es todo un privilegio y del que se difunden únicamente los discursos y unas pocas imágenes.
Por ello llama la atención que por primera vez en la historia, el Palacio de Buckingham enseñe la decoración de un banquete de Estado.
Cada año, ese palacio londinense, residencia y sede de trabajo de la soberana, abre sus puertas durante el verano como medio de lograr financiación, de gran importancia sobre todo después de que este año se conociera que la fuerte inflación en el Reino Unido ha hecho mella también en las finanzas de la soberana.
La Casa Real británica necesita urgentemente 32 millones de libras (unos 40 millones de euros) para el mantenimiento de varias residencias reales, entre ellas el Palacio de Buckingham. Quizás para incentivar las visitas, este año hay una novedad: contemplar la célebre mesa con forma de herradura del salón de baile dispuesta para un banquete de Estado, como el celebrado por Isabel II en honor del entonces presidente sudafricano, Nelson Mandela, en 1996, o el ofrecido al mandatario de EEUU George Bush en el 2003. La mesa muestra toda la pompa que rodea un banquete de Estado, aunque sin su anfitriona, la reina Isabel II, y con maniquíes en vez de lacayos y pajes de carne y hueso.
A lo largo de su reinado, la soberana ha celebrado 97 banquetes de Estado, 77 de ellos en Buckingham; 18 en el Palacio de Windsor -como el ofrecido en honor del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y su esposa, la ex modelo Carla Bruni, en marzo pasado- y los dos restantes en el Palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo.
Celebrado la primera noche de estancia en el Reino Unido del mandatario extranjero, el banquete de Estado es, sin duda, una gran gran ocasión. La planificación comienza seis meses antes de la visita y la reina sigue muy atentamente todos los detalles, desde la elección del menú y la elaboración de la lista de invitados, hasta los lugares donde se sientan los asistentes.
Poco antes de que comience el banquete, esa misma tarde, la Reina inspecciona por última vez la gran mesa. Una vez que la lista de invitados, que incluye a miembros de la familia real y del Gobierno, al primado anglicano, el gobernador del Banco de Inglaterra y los líderes de los principales partidos políticos, recibe la aprobación de la soberana, se envían las invitaciones, con unas seis semanas de antelación.
Y a partir de ahí hay más de un millar de copas de fino cristal por pulir, 170 servilletas de lino por
doblar y más de 20 arreglos florales por preparar. El menú, escrito en francés, la lengua clásica de la gastronomía, consiste normalmente de cuatro platos, pescado, carne, postre y fruta, aunque hay dietas especiales para vegetarianos. La visita, posible hasta el 29 de septiembre próximo, permite conocer algunos detalles, como que la silla de la soberana es la única que tiene reposabrazos.
La mesa comienza a ponerse dos días antes del banquete. Y no es para menos: hay que mantener, utilizando una regla si es necesario, las distancias reglamentarias entre cada invitado y colocar todo el servicio, que ocupa un espacio de 45 centímetros de un extremo a otro. Por ejemplo, cada asistente cuenta con seis copas, para el agua, el vino -blanco y tinto-, el oporto, una quinta para brindar y otra para el postre: en total 1.014 copas que fueron fabricadas para la coronación de la reina, en 1953.
El banquete es servido por un equipo de 100 hombres coordinados por el mayordomo de Palacio. Los lacayos, con sus trajes rojos y dorados, entregan la comida a los pajes que, vestidos con su uniforme azul oscuro, sirven a los invitados. Una suerte de semáforo ayuda a la perfecta sincronización de esa operación: una luz azul significa permanecer a la espera, una ámbar señala el momento de servir la comida que ha preparado un equipo de 20 chefs.
Además del salón de bailes, que con sus 14 metros de altura, 34 de longitud y 18 de ancho, es el mayor del palacio, el turista puede conocer otras estancias interesantes, como el salón de tronos y la pinacoteca, con cuadros de Vermeer, Rembrandt, Rubens, Canaletto y Holbein, por sólo citar algunos. La Casa Buckingham, construida en el mismo emplazamiento, fue el hogar de los Duques de Buckingham hasta su compra, en 1762, por Jorge III (1738-1820), quien trasladó allí la corte.
Cumpleaños de Isabel II
martes, julio 29, 2008
Banquete de Estado en Buckingham Palace
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