En él se explica perfectamente como la red ha logrado mejorar la vida de muchas personas que tienen en común algo que no es habitual, pero gracias a la globalización, han conseguido agruparse y ahondar en esa particularidad. Habla sobre aficiones, pero esa misma historia se puede extrapolar a otro tipo de cosas como investigación científica, enfermedades, etc.
Varias de las virtudes de internet son precisamente el aumentar las inquietudes personales, mejorar la formación y facilitar la socialización personal. Gracias a internet, se pueden compartir temáticas comunes irrelevantes geográficamente pero importantes a nivel mundial ya que la red permite colaborar con otras personas de otros países y lenguas distintas, abriendo múltiples opciones de desarrollo.
Por lo tanto cada día es más complicado enmarcar socialmente a una persona por su sexo, edad o idioma ya que las fronteras culturales comienzan a desaparecer y los famosos nichos de marketing comienzan a ser ineficaces dándole quebraderos de cabeza a las empresas que ven com sus targets clásicos desaparecen según se digitaliza la población.
No obstante, como bien sabemos, si ahora las personas somos menos uniformes y más diversas, también somos menos anónimas y estamos más controladas.
A continuación el post para reflexionar:
Recuerdo mil veces, mil charlas realizadas en todo el mundo, a mediados de los 90s, relacionadas con Internet. El futuro era alucinantemente promisorio. El mundo tenía una herramienta mágica que cambiaría todas las cosas. El mundo sería mejor. La información más democrática y transparente. Era el comienzo de algo muy grande, y los medios de comunicación tradicional le daban la espalda a la historia que estaba por comenzar.
Algunas de las cosas que se soñaban en aquella época hoy son una total realidad, otras se quedaron en el camino, sin siquiera dejar una tumba de color gris, con un nombre y una fecha, al lado de la autopista
Réquiem por las ideas no autocumplidas por Internet.
De esa época, recuerdo mucho que en todas las charlas se daba una importancia mayor a la idea del nicho. Internet era el gran canal de comunicación que unificaría a personas con gustos similares, hermanos separados al nacer se encontrarían gracias a la gran red. Si te gustaban los zombies encontrarías a millones como tú, sedientos de cerebros y sangre en la pantalla. Si te gustaba el bondage, tendrías un universo de cuero y sumisión para disfrutar. Si te gustaban las bandas de rock que se fundaron en 1965, tendrías toneladas de bits sonoros para intercambiar con fans iguales a ti. Todos todos todos desperdigados por el mundo y conectados a tu cerebro y alma por medio de esa tan intrigante Internet. El Nicho. El Ghetto. El poder del individualismo y los gustos excéntricos, que gracias a la tecnología, se podrían combinar para crear pandillas virtuales de fanáticos. En cada charla recuerdo que la idea básica de Internet era esa, unir gente del nicho, establecer la comunicación, crear una comunidad, y comernos el cerebro los unos a los otros. Dejando a los habitantes de otros ghettos bien lejos de nosotros. Si podíamos poner cien cortafuegos entre ellos (blasfemos) y nosotros mejor. Cada quien en su nicho.
Mientras está idea “fundacional” de Internet se fue propagando, la gente estaba muy contenta de encontrar a sus amigos fanáticos de los zombies. Se intercambiaban fotos, artículos, se creaban foros especializados, y hasta que por fin, a mediados de los 00s, se podían intercambiar películas. De pronto, todo el material existente en la categoría zombies (de la biblioteca cultural de la humanidad) estaba disponible en Internet. Cada día que pasaba era más el contenido. Más la música zombie, el cine zombie, la literatura zombie, los disfraces zombies.
Y ocurrió el big bang.
La Internet exploto silenciosamente y pasó a un estado donde los nichos se rompieron en mil pedazos. El ghetto era imposible de delimitar. Llegaron los zombies bondage, los zombies rockeros del ´65, los zombies hijos de humoristas escribiendo literatura zombie, las marchas zombies, las películas zombies con taquillas de 100 millones zombies, las series zombies, los comics…
Algo que nadie había predicho 15 años atrás comenzó a ocurrir. Internet fue tan poderosa que los nichos crecían tanto que los ghettos mentales se desdibujan por completo. Es el éxito del fanático que se convierte en creador que inspira a otro a ser fanático que se convierte en creador. Es como el presentador del videoblog del vino, cuyo enredado nombre ahora no quiero acordarme, que fue duramente criticado por usar un lenguaje hiperquinetico para describir la actividad del nicho de tomadores de vino. Fue excomulgado, pateado, burlado por el ghetto. Él se empeño en su forma y su estilo, llevándolo al cenit de la antítesis de la descripción del catador de vino. Un fanático creador que rompió el nicho, al traer a miles y miles de personas que no sabían nada del vino, a tomar vino. Fue lo que paso con los zombies. Y es lo que pasa todos los días en Internet.
Gente que no le gustan los zombies descubren que son muy divertidos. Hay tanto material que se puede revisar y ver, por un precio mínimo, que nace rápidamente un nuevo fanático. La analogía del concierto de rock viene muy bien: en los 80s llegaba Marillion a tu ciudad, y solo aquellos buscadores primigenios, que habían gastado más de US$100 en discos, sabían que les gustaba Marillion. El resto de los mortales, no podían saberlo. En el 2010 va una banda de rock a tu ciudad, abres Spotify, o usas una forma “ilegal” de ampliar tu colección de cultura universal, y así en un par de días escuchando la nueva música, decides que te gusta la banda, que vas a pagar el ticket del concierto. Internet ha bautizado a un nuevo fan. Te llenas de gloria celestial rockera.
Nunca los conciertos de rock han tenido tanta asistencia. Nunca las marchas zombies han tenido tanta asistencia.
Las redes sociales han llevado este fenómeno a un punto en el cual, gente que 30 años atrás nunca hubieran probado un buen Shiraz, ahora van corriendo a buscar una botella disfrazados de zombies, escuchando a The Doors en el iPod. Los nichos se han mezclado. Alguien gracias a Internet, a Twitter, a Facebook descubre que el vino tinto es muy interesante, que los zombies son aterradoramente divertidos y que el rock de los 60s es mejor. Internet no es una generadora de nichos. Es una herramienta para descubrir un mundo de nuevas sensaciones. Somos exploradores, no habitantes de un ghetto. Somos aficionados al cine, a la música, a los zombies, a mil millones de cosas, y podemos expresarlo y recomendarlo en un tweet, en un like, en un chat o en un blog. Podemos descubrir cosas que no teníamos idea nos gustaban, simplemente porque están allí y podemos tocarla.
Somos los encargados de romper el cerco, de ampliar la mente. Olvidar el letargo y salir a descubrir, en Internet, aquello que nos apasiona, sin siquiera sospecharlo.
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