"Los actos públicos oficiales, como las instituciones del Estado, cambian con los tiempos, pero cambian con parsimonia, porque frecuentemente vienen condicionados, como tantas otras cosas, por acontecimientos que se producen fuera de nuestras fronteras. De ahí que el protocolo oficial, en algunos de sus aspectos, se mantenga inalterable durante largo tiempo. Lo más cambiante es quizá la apreciación en torno a la oportunidad de celebrar o no, o de celebrar muchos o pocos actos, pues todo ello comporta la adopción de decisiones que pueden influir en la imagen del Estado. Pero lo cierto es que, cuando los actos públicos tienen lugar, van acompañados de un ceremonial que, como he dicho, cada vez es más estable.
Los actos públicos civiles cuentan con normas legales para su realización, que sólo les afectan parcialmente. Se regulan las precedencias, pero nada sustancial hay escrito sobre la celebración de los actos públicos. Ello hace que el programador y ejecutor de los mismos se vea obligado a echar mano de la costumbre, de los usos sociales y del antecedente. Y en algunos aspectos, el mundo de los actos oficiales ha tenido que ser prestatario de la vida social privada. Pero, a pesar de estas lagunas, no cabe duda de que existe una especie de jurisprudencia, que se va creando con el uso repetido de reglas, establecidas motu propio por quienes han venido asumiendo la responsabilidad de organizar el protocolo. En algunos casos, esos responsables han plasmado sus experiencias por escrito dando lugar a obras a las que debe atribuirse un valor indudable, pues poco más es de lo que el mundo del protocolo dispone. Realmente es toda esta teoría y el Ordenamiento General de Precedencias, tantas veces citado, lo que constituye el bagaje con el que se cuenta para exponer la organización de los actos públicos oficiales de carácter civil.
Cualquier solución del protocolo en la vida oficial puede tener el deseado éxito si el organizador, el Jefe de Protocolo, se atiene a dos extremos que estimamos fundamentales: saber quién es la autoridad a quien se trata y saber cómo debe tratarla."
En definitiva, evolución de los actos = evolución del protocolo = evolución de la historia del hombre.
López-Nieto, 2000, II, 117.
Bibliografía
martes, mayo 16, 2006
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