El domingo 2 de octubre en el dominical Magazine, de El Mundo, aparece en la página 57 en la sección "Manual de curiosos" un artículo titulado "Por qué los que no saludan caen tan mal ", escrito por Ana Bretón.
En dicho artículo hablan sobre el carácter social del saludo y su necesidad, tanto para el ser humano como para algunos animales.
Además ofrecen una comparativa de algunos de los saludos existentes en el mundo a través de unas ilustraciones. En ellas podemos observar que en España se usan (con mayor o menor frecuencia): el apretón de manos, las palmetadas, el saludo militar, la inclinación, el plongeon y el besamano.
La conclusión a la que llega el artículo es muy clara: "si quieres caerle como una patada a todo el mundo, ya sabes: no saludes", confirmando la necesidad de las buenas maneras y la cortesía en la sociedad actual.
Aunque eso sí, el protocolo se menciona en el texto de modo erróneo ya que el saludo no es protocolo, sino buenas maneras, aunque sí forma parte del ceremonial.
A continuación expongo el artículo junto a las ilustraciones que lo acompañan:
La progresiva pérdida de esta "costumbre" que practican hasta los chimpancés, supone un reto a la sana convivencia
El mundo está dividido en tres tipos de personas: las que saludan, las que no saludan y las que saludan selectivamente, sólo cuando a ellas las saludan previamente o sólo a determinadas personas. Lo que no saben estos dos últimos grupos es que, con su comportamiento, conculcan no sólo las más básicas reglas del protocolo universal, sino una fórmula innata para asegurar la convivencia entre miembros de un grupo. El saludo no es ni mucho menos exclusivo del género humano. Lo saben bien los propietarios de perros y quienes, como Jane Goodall, han estudiado el comportamiento de simios como el chimpancé. Entre sus rituales: el beso, los palmetazos en la espalda, los abrazos, incluso el apretón de manos... La opinión generalizada entre los otólogos es que, en esencia, el saludo tiene la función de evitar enfrentamientos; es, por decirlo de alguna forma, una declaración de buenas intenciones. El reflejo de este uso en el comportamiento humano lo encontraríamos en el hecho de que gran parte de nuestros rituales de saludo incluye la demostración de que vamos desarmados (saludo romano, apretón de manos, palmotadas...). Desmond Morris, por su parte, argumentó que, entre los humanos, su origen podía estar en la caza. Al separarse para salir en busca de presas, los hombres del grupo se despedían expresivamente, ya que la supervivencia del grupo dependía de la de cada uno. No es así de extrañar que, al reencontrarse, manifestasen su alegría al verse. Saludar supone abandonar nuestro territorio para ir al encuentro del otro y mostrarle que le reconocemos como miembros de nuestro grupo, que no le tememos y que no tiene por qué temernos. Por eso, incluso hoy, la ausencia de saludo -un simple "hola" al cruzarnos con un compañero en un pasillo de la empresa, por ejemplo- la interpretamos, de forma casi inconsciente, como una agresión. Así que, si quieres caerle como una patada a todo el mundo, ya sabes: no saludes.
martes, octubre 04, 2005
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muy bueno
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